Lo reconozco, soy adicta. Ya he tirado la toalla, he asumido que soy incapaz de salir de este agujero que cada vez es más profundo. Además, esta adicción se ha unido peligrosamente a una de mis pasiones.
Bebo al levantarme, bebo con las comidas, es un placer beber a media tarde, bebo antes de acostarme, y a veces me levanto por la noche para pegar un buen trago.
No bebo alcohol, bebo agua, y beber agua no es una adicción. Beber agua es una necesidad fisiológica.
Mi adicción viene por la bebida, pero no es la bebida.
Me veo, y no me reconozco. Me escucho, y parece que hable otra persona. Es tan fácil opinar desde la distancia…
Cuando veo una botella de plástico, no veo basura. Veo un tesoro. Un objeto que tiene un gran potencial. Podría crear muchas cosas con ella. Entonces ya no me siento tan mal, y la compro. A veces por el contenedor, otras por el contenido. Pero el hecho es que acabo con una botella de plástico en mis manos.
Ahora cambiaría muchas cosas de mi discurso. Reconozco que al final me quedé floja. Debería haber sido más contundente.
Este es el tema que escogí para mi charla. Genera un grave conflicto en mi interior. Ya he tirado la toalla. No hay nada que hacer. Soy una adicta al plástico, a los envases. Comienzo a tener una dependencia insana para mí, y mucho más insana todavía para el medio ambiente.
Me cuesta hablar en público, me pongo nerviosa. Tal vez podría haber hablado de otra cosa más interesante, que me tocase menos el hígado.
Se trata de una charla entre compañeros y amigos. En Toastmasters cada uno habla de lo que le apetece, y cuando le apetece. Lo bueno de asistir a estas sesiones es que aprendes a comunicar, a hablar en público con tus compañeros, y también de ellos. Al final, te regalan su feedback.
Gracias a Peter que me grabó el vídeo, me he dado cuenta de muchas cosas que podría haber cambiado. Tengo que mejorar muchísimo.
Me da vergüenza verme hablando en público, y todavía me siento más avergonzada cuando reconozco que soy incapaz de abandonar este consumo exagerado de plástico. Lo peor de todo es que disfruto ambas cosas.
Gracias a los compañeros de Toastmasters por el feedback, y gracias a los que después de haber visto el vídeo, me habéis regalado vuestra opinión.
Nos hacen creer que las metas importantes están relacionadas con el trabajo o los estudios. A veces nos cuesta pensar en otros objetivos o metas como los que tienen que ver con hacer las cosas que nos apasionan, y que realizamos con las personas que queremos. Quieren hacernos parecer que son las metas más simples y menos importantes. Sin embargo son las que más nos hacen disfrutar del camino.
Mi madre es muy creativa, siempre tiene algún proyecto entre manos. Su capacidad no tiene límites. Esas ganas de querer crear cosas nuevas le mantienen joven y activa. A sus 86 años tiene una energía que muchos quisieran a los 20. Cualquier reto creativo es perfecto para ella. Se empeña en hacerme cosas, pero yo no necesito más piezas hechas por ella, lo que deseo es disfrutar con ella de esos momentos creativos.
Dicen que los objetivos sin un plan, son solamente deseos. Así que le dije a mi madre que quería que me concediese el deseo de hacer algo con ella. Tener un proyecto creativo, trazar un plan, y conseguir algo excepcional.
Al principio me costó convencerla, pero tal y como le iba contando mis ideas, se animaba. Hemos tenido momentos de estancamiento, las dos hemos tenido que ceder. Somos muy diferentes, pero también tenemos mucho en común. Trabajar en equipo puede ser una pesadilla o un sueño. Este proyecto, hace unos años, hubiera sido una pesadilla. Para mí ha sido un sueño. Estamos orgullosas con el resultado de nuestro trabajo. Como buena madre, ella se quiere mantener al margen, pero es tan suyo como mío.
Todavía no puedo compartir el resultado, estamos ultimando detalles. Tengo ganas de poder compartir nuestro proyecto. Ojalá pueda gustar tanto nuestro proyecto, como nosotras lo hemos disfrutado.
Por el momento solo puedo adelantar que se trata de un objeto realizado con mucha creatividad, aplicando su experiencia y habilidades, y reciclando material de nuestra propia basura.
«El mundo nos envía basura y nosotros le devolvemos música»
Hace tiempo que sigo el proyecto de Favio. Trabaja en el vertedero de Cateura (Asunción, Paraguay). Con instrumentos musicales fabricados a partir de basura, consigue proporcionar educación musical a de cientos de niños. Y ya sabemos que la música siempre tiene buenos acompañamientos: el tesón, la pasión, la constancia, el respeto, incluso las matemáticas…
Soy una admiradora de lo que ha conseguido hacer gracias a la basura, al reciclado, y a la música. Él dice que nos devuelve música, pero lo que realmente devuelve es un tesoro impagable. Lo importante es lo que consigue hacer con los chavales, la música es solamente lo que escuchamos y lo que vemos los que no vivimos en Cateura.
Durante el concierto, mientras escuchaba la música que brotaba de esa «basura», pensaba en el valor que tienen para estos chavales los instrumentos realizados con basura reciclada. Son objetos que no pueden comprarse, ni venderse, no sirven para empeñarlos, solo sirven para aprender y para sacar la música que hay dentro de ellos. Su precio en «monedas» no es comparable al valor que tienen en la educación y en la vida de niños abandonados a su suerte, y eso es una auténtica fortuna.
Intento ver tesoros donde otros ven solamente basura. Reconozco que en ocasiones me cuesta mucho esfuerzo. Para mí es como si se tratase de música o de un deporte, he de ensayar y entrenar constantemente. Practico siempre que puedo, y luego lo comparto con los demás. Pero se queda en objetos tangibles. Quisiera ir más allá, devolver tesoros reales. Lo que ha conseguido Favio me parece un sueño inalcanzable.
Dentro de 12 meses, cuando piense en lo que he hecho durante este año, releeré estas palabras y me preguntaré si habré sido capaz de devolver algún tesoro al mundo. Eso, más que un propósito, es un sueño.
Si quieres saber más del proyecto, puedes ver estos vídeos:
En España, Ecoembes ha iniciado un proyecto similar inspirado en el sueño de Favio:
Este es el título de una de las fotografías que presenté a un concurso sobre reciclado. Los miembros del jurado que la seleccionaron como finalista jamás podrán imaginar lo que de verdad vieron en ella. Seguramente, de un modo inconsciente, lo sintieron. Y de eso va este post.
Ni por un momento tuve la osadía de compartir en este blog la sensación que tuve al ver aquellas imágenes. No sé cómo explicarlo. Es como cuando compras lotería y piensas: «¿y si el premio me tocase?. Esa era mi sensación. ¿Y si mis creaciones estuvieran fotografiadas así? ¿y se pudieran ver en una exposición como esta?
Solamente me atreví a comentarlo con Rubén, el único al que le puedo contar esas cosas. Al fin y al cabo comparto mi vida con él. Sabe que soy una soñadora, y como tantas otras veces, necesito una vía de escape.
Le dije que me hubiera gustado ver en esos cuadros mis flores como si fueran objetos de deseo que crecen en la naturaleza, o que alguien fotografiase mis piezas de bisutería, y no sé cuántas tonterías más. Él me escuchaba y sonreía, mientras yo descargaba adrenalina. Pero como tantas otras veces, cuando ya estoy más calmada, pienso que no me ha hecho ni caso. Llevamos ya muchos años viviendo juntos, sabe que a veces necesito compartir mis sueños y mis deseos.
Cuando pasa ese momento, ya más relajada, recapacito y pienso que me escucha con paciencia, como si fuera una terapia para mí, y para nuestra relación. Sabe que me volvería loca si no tuviera alguien a mi lado a quien contar estas cosas.
A principios del mes de julio se convocó la segunda edición de este concurso de fotografía sobre reciclado. Otra vez volví a él con otra cantinela, le conté que debía hacer algo para conseguir que algunas de mis creaciones estuvieran en la exposición, que deseaba de corazón que alguien hiciera fotos de lo que hago con material reciclado. Compartí el concurso con personas que podrían haberse presentado, con la esperanza de que se interesaran. Pero no tuve éxito. Pasó un mes, el tiempo se agotaba, entonces cambié de estrategia, hice fotos con la camarita de vídeo que tengo para hacer mis tutoriales, así podría enseñarselas a potenciales víctimas que pudieran conseguir que mi deseo se cumpliera. Amigos apasionados por la fotografía, profesionales y amateurs con cámaras de esas que tienen metro y medio de teleobjetivo. Pero tampoco tuve suerte. No había ningún voluntario para presentarse al concurso, y menos todavía para hacer fotos de las cosas que reciclo.
Otra vez, el pobre Rubén tenía que aguantar mis peroratas. Esta vez no se trataba de una soñadora, era una de esas pesimistas. Le decía que no lo iba a conseguir, que era una pena, que solamente pretendía que mis objetos estuvieran expuestos de algún modo en esa muestra. Que yo no soy buena en eso de la fotografía, que no tengo ni una buena máquina, que no conseguiría que se cumpliera mi deseo, sería uno de tantos sueños… Estaba decepcionada.
En esta segunda ocasión tuve suerte. Guillermo, un amigo fotógrafo, me hizo caso. Le gustaron las fotos que le envié por whatsapp. Quedamos para tomar un café, estábamos los tres delante de la pantalla. Rubén con la sonrisa puesta, pensando que mis fotos eran lo más de lo más, yo con mucho miedo por conocer la opinión de un profesional, y Guillermo esperando ver en mi pantalla lo que le había enseñado a través del móvil. Las palabras textuales al ver las fotos fueron: «Son muy chulas, tienen mucho potencial, podrían estar en una final…», Rubén interrumpió diciendo, «ves, ya lo sabía». Pero yo me temía lo peor. Entonces continuó diciendo «¿con qué cámara has hecho esto? ¿con el móvil?, etc, etc… Lo sabía… Había muchos «peros».
Guillermo me animó a presentarme, creía en el potencial de los objetos que quería fotografiar. Tal vez por la ilusión que yo tenía, no quería decepcionarme y me decía esas cosas. Él no podía presentarse, estaba muy ocupado.
Me dio buenos consejos para mejorar mis borradores. muchos ánimos y me decía que alguna foto podría ser finalista (un buen amigo nunca te desanima). Eso sí, debía tener en cuenta algunas cosas y, además, debía hacerlas con una cámara «decente» (lo que para un fotógrafo es «decente», para mí es «inalcanzable», es un capricho que no me puedo permitir).
Otra vez Rubén tenía que aguantarme. Estaba hundida, no sería capaz. Esto era el final de un sueño. Mis fotos no serían nunca lo suficientemente buenas para presentarlas a un concurso. Nadie tenía interés por fotografiar mi basura. Ya me había atrevido a hacer unos bocetos, pero sin una máquina de fotografiar «decente» era imposible. Podría seguir los consejos de Guillermo, pero estaba convencida, sabía que yo sola no podía hacerlo… Lo reconozco, soy muy cansina y pesada. Pobre Rubén, cuando estoy soñadora, o cuando estoy de bajón. Siempre perdiendo el tiempo conmigo.
No me lo podía creer, Rubén comenzó a hablar (pocas veces le dejo el turno de palabra cuando estoy así). Me dijo: «no estás sola, yo te ayudaré, le pediremos la cámara a tu hermano y seguiremos los consejos de Guillermo. Las cosas que haces son tan bonitas que conseguirás que alguien vea lo que haces. Ya lo verás, podremos hacerlo…». Esta vez era yo la que sonreía, pensaba que era una broma. ¿Cómo?¿Rubén haciendo fotos? Le dije: «Vas de coña ¿no?·. El me contestó que no era una broma, y que estaba totalmente convencido de que conseguiríamos lo que me había propuesto. Alguna de mis creaciones estaría en la exposición de fotografía, y sería protagonista de una foto preciosa. Que no hay nada imposible cuando se hace con corazón y con esfuerzo…
Rubén estaba muy, muy, muy raro. No es nada normal que él haga fotos. Lo que sí es normal es apoyarme y animarme a conseguir lo que quiero.
Comenzamos a trabajar, decidimos plantearnos el tipo de foto que queríamos hacer. Una cosa estaba clara, de todo lo que he reciclado durante este año, las piezas que mostraríamos serían objetos realizados con botellas de plástico reciclado. Somos privilegiados, en verano vivimos al lado del mar. De ese modo ya teníamos unas premisas claras, los protagonistas de las fotos, y el paisaje que los rodearía. Ahora debíamos ponernos a trabajar.
Yo estaba empeñada en mis flores del plástico fundidas con la naturaleza, como si fuera poesía. Él creía que era mejor exponer la belleza de los colores y las formas tratadas por mí. Y eso sí, sin olvidar los buenos consejos de Guillermo, el momento del día, la luz, las distancias, el fondo, los colores…
Hicimos muchísimas fotografías. Al final escogimos unas 50 entre las suyas y las mías. Para pasar la última criba, y dar algunos retoques, volvimos a contar con nuestro amigo. El último día, en el último momento, enviamos las imágenes.
Unas semanas después recibimos el resultado.
Rubén ganó el segundo premio con su foto Cielo Azul, Mar Azul, Plástico Azul, y otra fotografía suya quedó finalista, Algas Marinas de Plástico. Ambas fotos están hechas desde casa. Yo sujetaba las piezas, y el captaba el mejor momento. Lo importante de sus fotos no era tanto el objeto, el paisaje o la calidad, él quería que yo consiguiera mi deseo. Y eso es lo que premió el jurado, aunque ninguno de ellos lo sabrá nunca.
Yo, más romántica y soñadora, creí más en la poesía de la fotografía y de los protagonistas de las imágenes. Frases de El Principito me sirvieron de inspiración. Después de todo, tienen mucho que ver con esta historia
Mi foto «Lo importante de tu rosa es el tiempo que perdiste con ella…» también quedó finalista. Y eso es lo que Rubén ha hecho, y sigue haciendo conmigo. Tampoco creo que lo sepan nunca los miembros del jurado.
No me atreví a escribir mi deseo cuando estuve en la exposición, ahora lo comparto.
Es asombroso cómo es cierto lo que dice el título que le puse a la foto, es justamente lo que Rubén hace. «Lo importante de su Rosa es el tiempo que me ha dedicado…» He cambiado lo de «perdido» por «dedicado», el tiempo nunca se pierde. Y añadiría que me gustaría también poder decir que es el tiempo que me ha dedicado, que me dedica y que me dedicará…
Tengo un hijo y una hija. Aunque haya intentado educarlos igual, cada uno es diferente. De todas las cosas que he hecho en mi vida, lo mejor, lo más apasionante, lo más bonito, y lo que más felicidad me ha dado, es haber tenido hijos, vivir con ellos y ver cómo crecen.
Disfruté cuando eran bebés, y me encantá ver las personas en las que se están convirtiendo. Ni en mis mejores sueños hubiera pensado que mis hijos serían así. Antes de tener niños, intentas imaginar cómo será tu vida y cómo serán ellos. Es imposible proyectar algo así. No sé lo que pensarán otros padres y otras madres, para mí han superado cualquier expectativa.
No me canso nunca de decirles lo que les quiero, y de demostrarlo con besos y abrazos. Pero ahora está llegando uno de los peores momentos (o eso es lo que me parece), he de demostrar cuánto les quiero dejando que vivan su vida. Son adolescentes, quieren descubrir la libertad, sentirse independientes. Y yo quisiera tenerlos siempre a mi lado y protegidos, me parece que todavía son pequeños. Pero eso ya no es posible.
Los mayores tesoros de mi vida, nunca han sido míos. Las personas no son propiedad de nadie. Es una lección dura de aprender, y de aplicar.
Con el verano, las cosas empeoran para mí. Para ellos es un periodo estupendo, es la época en la que pueden experimentar libertades impensables en invierno. Salir hasta tarde (o pronto), dejar que viajen sin sus padres, y ver cómo disfrutan con megafiestas que me aterran.
Así estoy, soltando amarras y esperando que lo que he intentado que aprendieran durante estos años sirva de algo, y hayan aprendido a navegar sin mí.
A través de esta campaña, los usuarios podemos lanzar mensajes de ánimo y apoyo, creando una corriente solidaria con el hashtag #gotasdesolidaridad.
Ya he dejado mis mensajes de ánimo y apoyo. Estoy convenciendo a las personas de mi entorno para que compren «en rosa», y dejen también ellos su mensaje, a cambio les pido que me guarden las botellas, y crearé un objeto personalizado para quien lo haga.
He empezado a replicar algunos de los proyectos que hice hace algún tiempo con las botellas azules en Reciclado Creativo
Para comenzar ya he hecho las cajas que contendrán algunas joyas.
Siempre he pensado que me explico mejor haciendo que hablando, y el mensaje que me gustaría dejar es que cuando otros ya descartan estas botellas, y creen que es el fin, para mí comienza algo nuevo y mejor. Con un poco de trabajo y esfuerzo, es posible conseguir dar otra nueva vida, y muchas veces, incluso puede llegar a ser más bella.
Una de las cosas que me hubiera gustado hacer cuando pensaba en eso de «qué quiero ser de mayor» era crear objetos para que otros los pudieran disfrutar.
La verdad, siempre lo he hecho, pero ha quedado «en casa». Con internet he conseguido llegar a lugares donde nunca hubiera podido imaginar. En lugar de hacer esos objetos, ahora muestro a otros cómo pueden hacerlos.
Durante un curso mooc, design101, nos pidieron un ejercicio algo complicado. Debiamos hacer un jarrón-florero, lo gracioso es que debíamos hacerlo de cartón. Jamás he entendido el ejercicio, ¿para qué crear un objeto de cartón que debería contener agua?.
En este caso, junté el ejercicio de clase, mi entrenamiento creativo y mi canal. Lo mío es el reciclado y la reutilización, así que con los rollos de cartón de papel higiénico, me puse manos a la obra. Con alguna sugerencia de amigos como Rafa Aparicio, conseguí hacer este florero. Tuve muchos comentarios de gente que no entendía nada de mi florero (lógico, yo tampoco), no imaginaba que algo así llegaría a tener tantas visitas, pero esas son las cosas de YouTube. Sucede como con los gatitos, los vídeos que menos te esperas, son los más vistos.
Hace unos días, me contactó María Centeno, es de Puerto Rico, vive en San Juan. Le gustó mi proyecto, me hizo un par de preguntas, y a los pocos días, recibí una foto de su trabajo.
No sé si ella podrá imaginarse la ilusión que me hizo ver su resultado. Desde el otro lado del Atlántico, a miles de kilómetros, una persona se había fijado en mí, le había gustado, y había ejecutado mi idea.
Quiero compartir mis reflexiones sobre el ejercicio de clase de @design101, tiene que ver bastante con las cosas que aprendo y que pasan a formar parte de mi vida. Como este blog. Antes de hacernos tan enorme propuesta, los profesores dijeron: “Sabemos que cada vez que los humanos han tratado de convertirse en dioses, los resultados han sido catastróficos . Nosotros somos más razonables.»
«Descanse en paz»
Durante una semana , la propuesta era diseñar para crear vida. De entrada puede parecer que se trata de cosa de dioses. Pero no lo es, se trata de un objetivo más razonable: crear un pequeño jardín. Bueno, muy razonable para ellos. No para mí. ¡Soy un desastre! Las plantas que siguen vivas en mi entorno lo hacen de puro milagro. Un desafío que ellos llaman «nice», es decir, bonito, y para mí un reto enorme. Si soy incapaz de crear vida, o de mantener la vida «orgánica», mejor crear un jardín que pueda crecer de forma «inorgánica». Yo tenía mis propias premisas:
Reciclar y reutilizar materiales (forma parte de mi entrenamiento personal)
Las plantas deberán resistir mis pocos cuidados
Personalizar cada pequeña planta, y cuidarla como si fuera un gran jardín. De ese modo intentaré hacerlo mejor que en ocasiones anteriores.
Lo importante no es que crezcan orgánicamente, sino también gracias a las aportaciones posteriores tanto de materiales como de personas.
Con todo esto claro, ya podía empezar a pensar y a adelantar puntos: reciclar y utilizar botes de bebidas refrescantes personalizados, el tipo de planta sería cactus (soy consciente de que otras plantas no serán tan longevas, aunque haya algunas), que crezca con el tiempo inorgánicamente (queda espacio, cadenas y cactús). Mira la foto, si te has visto personalizado en alguna de las plantas, te hago unas preguntas: ¿vendrás a regar tu planta? ¿me ayudarás a mantener la vida?, ¿Quieres que crezca contigo? Y si no estás todavía, ¿a qué esperas para traer tu recipiente?
A continuación, estas son las reflexiones del ejercicio: Nos dieron unos pasos a seguir, cada día uno diferente. El primer paso era planear el pequeño jardín. Investigar, documentar, tomar decisiones y hacer una lista. Debido a mis anteriores fracasos con la jardinería, tenía alguna decisión tomada. Mi anterior jardín vertical duró un par de meses. Esta vez el jardín tendrá que crecer de otro modo. La vida no tendrá que ser solamente orgánica. El segundo paso: encontrar y preparar todos los materiales. El siguiente paso sería prototipar el jardín. Al día siguiente, contruirlo. Y el sábado comprobar que todo funciona bien. Y el domingo, «como Dios»: plantar las semillas, relajarse y disfrutar.
Amigos
Algunos bocetos e ideas
Queda espacio
Reciclar y personalizar
Algunos materiales
Herramientas y materiales
Primer prototipo
Plantas y tierra
Las cosas aprendidas durante la semana en la que realicé el ejercicio son varias.
En primer lugar, organizarme (o ser organizada por los profesores ) . Entrar en mi propio proceso de documentación personal.
Hacer listados con las cosas de las que dispongo, las que voy a necesitar, lo que me falta.
Encontrar nuevas soluciones para resolver problemas.
Establecer un patrón generativo para mis procesos de diseño.
El diseño está muy relacionado con la configuración de las reglas para crear los propios diseños
La creación de un prototipo, tener una idea y transformarla en una historia real y tangible. Esa idea hay que pasarla al plano de lo que se puede tocar, usando materiales, objetos y cosas «de verdad».
Al llegar al punto de estar satisfecha con mi prototipo, haber entendido todas las cosas que funcionan (y las que no) y sentirme segura con mi proyecto, entonces es el momento para seguir adelante y comenzar a construir. «Una sola planta debe ser como un pequeño jardín cuando se trata como una planta real. Un gran jardín, es similar a una planta cuando se trata como un jardín de verdad». .