Plaza de Callao, Madrid. 22/03/2020 Foto: Silvia Sánchez
Hoy me acordé de cómo era el mundo cuando el mundo era otro. Hace mucho, al menos, una semana. Todos los extranjeros aterrizaban en la calle en la que vivo, una arteria detrás de la Gran Vía, en el epicentro de Madrid. Los locales, en su mayoría bares, vomitaban gente de noche y de día. Los perros esparcían su orín por todas las esquinas. Salir a comprar el pan era entrar en un videojuego en el que sorteaba decenas de fantasmas hasta llegar a la panadería. Los niños en patinete atropellaban a los vagabundos. Decenas de modernos presumían de portátil en los cafés. El olor a marihuana se mezclaba con los gases de los tubos de escape. El cielo rebosaba de ruido y contaminación, nutriendo de polvo cada alféizar, barnizando los cristales de hollín, cubriendo de negro todas las ventanas. No había…
Has hecho la búsqueda de Rosa Montesa, y ha aparecido este enlace.
Aquí encontrarás opiniones personales, pero muy poco sobre mi trabajo. Si realmente estás buscando publicaciones de lo que hago, te recomiendo que pases por el blog www.rosamontesa.com. Y si deseas ver cómo hago algunas de mis piezas, también puedes pasearte por www.recicladocreativo.com
Puede ser que lo que esperabas encontrar fuera mi relación con CoworkingValencia.
O también es posible que hayas visto el canal de YouTube de RecicladoCreativo, y te interese saber quién hay detrás de los vídeos. Si, esa soy yo.
A veces pienso que parece que esté jugando al despiste, pero no es así. En cada lugar encontrarás algo diferente, o muy parecido. Todo depende
Soy valenciana, en mi ciudad los petardos son habituales. Cualquier excusa es buena para que huela a pólvora. No importa la hora del día.
Esa afición deja una huella, no solamente sonora. Las calles se llenan de restos explotados. Nadie los recoge. Solamente los barrenderos se hacen cargo de estas montañas de basura reventada.
Estaba siguiendo un curso y necesitaba materia prima para realizar ejercicios sobre la percepción visual. Decidí salir a la calle para recuperar estos tesoros explotados. Los seleccioné, y comencé a trabajar.
Las bombetas son unos petardos para los más pequeños. Están hechos con papel de seda de colores.
Estas composiciones están realizadas en un soporte plano, blanco, tamaño A3.
Los mismos restos, según su disposición, generan resultados visuales diferentes.
El objetivo de estos ejercicios era crear diferentes composiciones en los que poder percibir la unidad, el peso, el equilibrio y el movimiento.
Pero no solamente estos restos de papel de seda fueron la fuente de inspiración. Mariposas, bombas de humo, salidas, alambres, tubos de cartón… Todo sirvió para llevar a cabo el objetivo.
Es noche de Reyes, y me siento como cuando era pequeña… Pero con grandes diferencias.
Entonces no sabía quienes eran los Reyes Magos. Ahora sé más cosas. Para que existan, hace falta tener ilusión. Y también sé que los regalos no existen, te los tienes que ganar…
Después de organizar una agenda con las acciones necesarias para alcanzar unos objetivos precisos,
¿se cumplen tus deseos?
Me gustaría saber si lo estoy haciendo bien o mal, si me estoy equivocando. Saber si sigo el camino correcto. Y pienso en lo que decía Machado:
.. no hay camino, se hace camino al andar….
Para consolarme miro a mi alrededor. y me doy cuenta que todos somos felices en nuestra justa medida, pero nadie muere de éxito, ni es tan feliz como para comer perdices. La felicidad, alcanzar objetivos o cumplir deseos, no debería ser el final del cuento, sino el principio de todo.
El final es el final, punto. Después de eso ya no hay nada, todo se acabó. Así que, hay que seguir adelante, disfrutando de todo, lo bueno y lo malo, hasta que la fiesta termine.
No paro de hacer cosas para alcanzar objetivos, deseando que se cumplan mis deseos, y tengo la sensación de no saber si voy por el buen camino.
Aprovecho este post para dar la enhorabuena a los expertos en consejos y clases magistrales sobre este tema, que conocen el camino como si lo hubieran recorrido mil veces. Les felicito por ponerse de ejemplo. Han cumplido sus objetivos, han alcanzado la meta.
¿Y ahora qué?
Pues eso, que aunque las cosas no sean como esperabas, toca seguir trabajando, encontrar otro reto apasionante para alcanzar el próximo objetivo, como si fuera solamente un escalón más. Y si se cumple tu deseo, alcanzas el objetivo y ya no subes más escalones, podría ser una pésima señal. Tal vez, podría decir que el viaje ha terminado.
Felicidades a los que saben trabajar por un solo objetivo, alcanzan la meta y se sientan a comer, ellos solitos, una bandeja entera de perdices, espero que disfruten del festín como si fuera el último de su vida.
Sé que mi fiesta no terminará un día comiendo perdices, jamás he comido una, ni lo haré. Prefiero comer unos macarrones o un arrocito, en compañía de la familia y los amigos, todos los días de mi vida, hasta que la fiesta termine.
Si no sigo el calendario previsto, ni alcanzo los objetivos, ni se cumplen todos mis deseos, no comeré perdices, pero veré el amanecer todos los días…
Lo reconozco, soy adicta. Ya he tirado la toalla, he asumido que soy incapaz de salir de este agujero que cada vez es más profundo. Además, esta adicción se ha unido peligrosamente a una de mis pasiones.
Bebo al levantarme, bebo con las comidas, es un placer beber a media tarde, bebo antes de acostarme, y a veces me levanto por la noche para pegar un buen trago.
No bebo alcohol, bebo agua, y beber agua no es una adicción. Beber agua es una necesidad fisiológica.
Mi adicción viene por la bebida, pero no es la bebida.
Me veo, y no me reconozco. Me escucho, y parece que hable otra persona. Es tan fácil opinar desde la distancia…
Cuando veo una botella de plástico, no veo basura. Veo un tesoro. Un objeto que tiene un gran potencial. Podría crear muchas cosas con ella. Entonces ya no me siento tan mal, y la compro. A veces por el contenedor, otras por el contenido. Pero el hecho es que acabo con una botella de plástico en mis manos.
Ahora cambiaría muchas cosas de mi discurso. Reconozco que al final me quedé floja. Debería haber sido más contundente.
Este es el tema que escogí para mi charla. Genera un grave conflicto en mi interior. Ya he tirado la toalla. No hay nada que hacer. Soy una adicta al plástico, a los envases. Comienzo a tener una dependencia insana para mí, y mucho más insana todavía para el medio ambiente.
Me cuesta hablar en público, me pongo nerviosa. Tal vez podría haber hablado de otra cosa más interesante, que me tocase menos el hígado.
Se trata de una charla entre compañeros y amigos. En Toastmasters cada uno habla de lo que le apetece, y cuando le apetece. Lo bueno de asistir a estas sesiones es que aprendes a comunicar, a hablar en público con tus compañeros, y también de ellos. Al final, te regalan su feedback.
Gracias a Peter que me grabó el vídeo, me he dado cuenta de muchas cosas que podría haber cambiado. Tengo que mejorar muchísimo.
Me da vergüenza verme hablando en público, y todavía me siento más avergonzada cuando reconozco que soy incapaz de abandonar este consumo exagerado de plástico. Lo peor de todo es que disfruto ambas cosas.
Gracias a los compañeros de Toastmasters por el feedback, y gracias a los que después de haber visto el vídeo, me habéis regalado vuestra opinión.
Si, lo reconozco, soy adicta. Dicen que el primer paso para resolver el problema de una adicción, es reconocerla. Por eso comparto aquí este vicio, o enfermedad, o como se quiera llamar a este consumo irracional que me tiene tan enganchada.
Soy bebedora compulsiva de agua. Me gusta pegar grandes tragos, llenarme la boca, y notar su frescura al pasar por mi garganta. Mi cuerpo lo pide, y siento mono cuando me falta.
Mi afición al H2O es la razón por la que me he convertido en una adicta a las botellas de plástico. La mayor parte del agua que bebo está embotellada. En el supermercado miro las etiquetas de las botellas, intentando escoger el agua del manantial más exótico. Pero reconozco que, casi siempre, es la la forma de la botella o su color lo que me hace tomar la decisión.
Los bebedores de agua embotellada se conforman con tirar las botellas de plástico a los contenedores oportunos. No sienten ningún tipo de culpabilidad. Piensan que tirando las botellas al contenedor amarillo, el problema de este exagerado consumo está resuelto. En lugar de confesarse y rezar unas cuantas oraciones, se hace un peregrinaje al contenedor para enmendar el mal cometido. Yo no puedo, me siento culpable. Me duele tirarlas. Las guardo, y eso me está provocando otro problema. Tengo una especie de síndrome de Diógenes, almaceno las que más me gustan. Veo algo más que simples botellas, intuyo otros objetos. Es como si las botellas me dijeran que haga algo creativo con ellas, que les proporcione otra vida mejor.
Algunas ciudades de EEUU están tomando conciencia del despilfarro que supone beber dos tragos de una diminuta botella. En San Francisco ya se prohíbe el uso de estos envases. Tal vez, vivir en California podría ayudarme a frenar mi adicción, pero no está dentro de mis posibilidades económicas. En mi opinión, es muy razonable el posicionamiento de unas autoridades que se preocupan por la calidad del agua de las casas de sus ciudadanos, y que comprenden que un par de tragos no merecen un coste ecológico tan alto.
Aunque si he de ser honesta, me provoca ansiedad solamente pensar que no voy a poder ver botellas en las estanterías de los supermercados. Las botellas me inspiran, sé que puedo reciclar otros materiales, pero el plástico es especial para mí. Si en mi ciudad prohibieran el uso de botellas de plástico, mi síndrome de Diógenes aumentaría. Mejor si no lo pienso, mi corazón se altera. Entro en conflicto entre el posicionamiento de las autoridades de San Francisco, los movimientos antibotellas de plástico, y mi pasión por reciclar.
Algunos creen que, dentro de algunos años, las imágenes de personas bebiendo agua de minibotellines nos parecerá tan extraña como ver a una mujer embarazada fumando.
Si, tal vez sea posible. No nos estamos dando cuenta de lo ridículo que es tener una mesa llena de botellitas de agua, cuando con una jarra y unos vasos, cubriríamos nuestras necesidades, y no consumiríamos tanto plástico.
Ayer se estrenó una serie de televisión en la que aparecen personas como Flipy, Ana Morgade o Pepe Viyuela, ellos no lo saben, pero en mi casa son como de la familia. Al acabar el capítulo, mostraron imágenes de cómo se hizo la serie. No podía creer lo que vieron mis ojos, decenas de botellines en el centro de la mesa de trabajo. Rodaron en un pueblo, estoy segura que el agua de la fuente debía ser buenísima, pero bebían agua embotellada.
A ellos tres no les pediría que bebieran en botijo (que tampoco hubiera sido mala idea, pero entiendo que no todos saben beber del chorro), pero me gustaría preguntarles si eran conscientes del inmenso desperdicio que tenían en la mesa, si no se sienten responsables de malgastar tantos recursos de la naturaleza para pegar un par de tragos de una botella tan pequeña.
Por suerte o por desgracia, hechos como éste hacen que miles de personas crean que abusar de botellas de plástico es lo natural. Si ellos lo hacen, nosotros también. Total, luego nos damos un paseo hasta llegar al contenedor, y problema resuelto.
Esto de internet no lo entiende ni el padre que lo parió. A veces te retuerces investigando lo que puede interesar a las personas que te siguen, haces esfuerzos creativos inimaginables, utilizas materiales llamativos… Y los resultados no son los esperados.
Tengo un calendario previsto de proyectos de reciclado creativo listos para publicar y compartir, entonces aparece mi hija y me desmonta el programa. Vacía uno de mis cajones y empieza a sacar bañadores y bikinis. Se ríe viendo lo que se llevaba hace unos años, y me afirma que ella no se pondría esas prendas ni loca. Reconoce que le gustan los colores, los dibujos, pero ni la talla ni el estilo van con ella.
¿Cómo conseguir que mi hija se ponga mis bikinis?
Buenas noticias, esto suena a reto
Me cuesta tirar la ropa, creo que se le puede dar una segunda oportunidad. Pero reconozco que las prendas elásticas tienen una vida muy corta. Se estropean en el cajón. Si no las utilizas debes hacer algo pronto con ellas, o habrá que tirarlas . Y eso me llega al alma…
Soy afortunada, a mi hija le encanta utilizar mi vieja ropa. Además de ahorrar dinero, ella luce con orgullo lo que su madre llevaba hace muchos años. Pero con los bañadores, la cosa no es nada fácil.
Este iba a ser un buen reto. De algún modo conseguiría dar una segunda vida a mis bragas. Mi hija se las iba a poner
¡Por su madre que lo iba a conseguir!
Después de dar muchas vueltas, surgió la idea. Sin coser, sin hacer nada especial. Solamente con una cinta o una cuerda podía convertir mis antiguas braguitas en divertidos tops. No sé cómo no se me había ocurrido hace años. Y lo más importante, a ella le pareció una idea estupenda. Se puso el top el sábado por la noche, y fue un éxito.
Reto conseguido
Me había divertido reutilizando, reciclando y obteniendo un buen resultado final. Además, había conseguido dar una segunda vida a unas prendas destinadas a no ser usadas nunca más.
La segunda parte de estos proyectos me cuesta mucho más, no es lo mío, pero necesito aprender el modo de mostrar al mundo que me divierte y me apasiona hacer estas cosas. Que estos retos creativos son lo mío. Es necesario aprender a compartir mis proyectos.
No quiero ni recordar la pesadilla que ha sido grabar en un lugar poco habitual, tener que contar con mi hija (en la playa y en vacaciones) para poder mostrar cómo queda la prenda. Hacer fotos. Editar. Escribir el post. Y lo peor, subir un vídeo en un lugar donde la línea de internet va más lenta que una tortuga con muletas.
No me lo podía esperar. El resultado ha sido sorprendente. En menos de 24 horas el vídeo ya tiene más de 12.000 visitas, me ha proporcionado casi 200 nuevos seguidores en Facebook, me ha servido para experimentar con los vídeos en Instagram (por cierto, sin resultados llamativos).
Nunca habría podido imaginar que proponerme el reto de conseguir que mi hija se pusiera mis bragas, podría resultar interesante para tanta gente.
Ha sido un reto divertido, un proyecto sencillo, una ejecución simple, y
¡Por las bragas de mi madre!
Un éxito rápido de visitas
Quiero dar las gracias a las braguitas de mis viejos bikinis, gracias a Mar por retarme y por permitirme que use su preciosa imagen para mis fotos, gracias a los números por demostrarme que fallo muchas veces en mis previsiones, y muchas gracias a los que se interesan por mis locuras creativas
Llevo varios días seguidos de esos en los que quisieras meterte en algún lugar cerrado, no ver a nadie, y salir cuando haya terminado el temporal.
Todo se tuerce, y no tienes ni idea de cómo saldrás de todo esto.
Lo bueno es que los que tienes cerca intentan animarte diciendo:
Debes estar contenta, podía haber sido mucho peor. Total, esto tiene solución
Vale, es cierto, sé que tiene solución. Que hay otras muchas cosas importantes en la vida. Tal vez soy muy afortunada, pero mientras estás en el pozo negro, es muy complicado ver la luz.
Es verdad, mañana saldrá el sol. También es cierto que hoy ya me he perdido el amanecer.